Tragón quiere jugar |
¡Me aburro! Refunfuñó Tragón poniendo morritos. Juega conmigo a la gallinita ciega –pidió zalamero a su amiguita Trusky. –Ahora no puedo jugar, Tragón. Tengo que hacer los deberes del colegio. Cuando termine jugamos a la gallinita ciega –respondió pacientemente Trusky. –Me aburro, me aburro y ¡me abuuurro! –protestó una vez más Tragón moviendo moviendo la cabeza de un lado a otro meneando las orejotas. Yo hago de gallinita ciega y te busco sin verte, por aquí, por allá... –insistió Tragón observando a su amiguita que continuaba estudiando. Tragón, pensativo, miró la mesa llena de libros. –¿Vas a tardar mucho? –preguntó mimoso e impaciente. –Un poquito –respondió Trusky concentrada en los deberes. –¡Flufy! ¡Flafy! –llamó Tragón zalamero buscándolos por la casa. ¿Jugamos a la gallinita ciega? –No. Está lloviendo y sabes que a los gatos no nos gusta mojarnos –respondió la gatita Flafy. –Y si nos mojamos, podemos resfriarnos –añadió el gatito Flufy. –Pero podemos jugar aquí, dentro de casa –insistió Tragón. –No, porque haremos ruido y Trusky está estudiando y necesita tranquilidad –dijo el gatito Flufy. –¡Hum! –exclamó Tragón dando media vuelta y saliendo al jardín. ¿Con quién puedo jugar? –se preguntó a si mismo. Miró al horizonte y... ¡El Sabio Rana! –exclamó Tragón emprendiendo camino hacia el Charco de las Ranas Saltarinas. –¡Holaaaa! ¿Sabio Rana, estás en casa? –gritó Tragón. –Hola Tragón. ¿Cómo tú por aquí? –preguntó el Sabio Rana encima de un gran nenúfar. Tienes cara de enfado, ¿qué te ocurre? –preguntó preocupado el Sabio Rana mirando detenidamente a Tragón. –Me aburro mucho. Nadie quiere jugar conmigo a la gallinita ciega –refunfuñó Tragón poniendo morritos y tumbándose en la hierba con aspecto abatido. –Tiene que haber algún motivo. Veamos... –dijo pensativo el Sabio Rana tocándose la barbilla. ¿A quién le has pedido que juegue contigo? –preguntó mirando fijamente a Tragón. Tragón dudó. –Pues... Se lo he pedido a... ¿Por qué lo quieres saber? –preguntó Tragón un poco asustado. –Para ayudarte –respondió el Sabio Rana muy serio. –Pero... Es que yo no quiero que les regañes por no querer jugar conmigo –respondió Tragón mirando al Sabio Rana con ojos tristes. –¿Regañarles? –exclamó asombrado el Sabio Rana. Si Trusky, Flufy o Flafy no juegan contigo, es porque hay algún motivo y tú, aún no lo has comprendido. A eso me refería cuando te he ofrecido ayuda –concluyó el Sabio Rana mirando con cariño a Tragón. –¿Por qué sabes que son ellos los que no quieren jugar conmigo? –preguntó asombrado Tragón. –Soy sabio, el Sabio Rana, y tú, un perrito muy inocente y bonachón –sonrió juguetón el Sabio Rana. Tragón guardó silencio. Aún no sabía porqué, pero presentía que el único que merecía ser regañado, era él. –Analicemos la situación –continuó el Sabio Rana. Trusky te ha dicho que... –dijo el Sabio Rana esperando a que Tragón continuara la frase. –Que tiene que acabar los deberes del colegio –respondió Tragón en voz baja. –¡Ajá! ¿Y a ti no te parece una buena razón? –preguntó el Sabio Rana dando un brinco. –Pues... –empezó Tragón sin saber que decir cogiéndose las orejotas. –Continuemos –dijo el Sabio Rana volviendo a rascarse la barbilla mientras pensaba. ¿Qué te han dicho Flufy y Flafy? Tragón se tumbó de nuevo en la hierba. La cabecita apoyada sobre sus patas delanteras, los ojitos tristes... –Pues... Han dicho que llueve y que a los gatitos no les gusta mojarse y que pueden resfriarse. –¡Ajajá! ¡Sabia respuesta! ¿Por qué arriegarse a coger un resfriado sin necesidad? Jugar es importante pero no tanto como para poner la salud en riesgo. ¿Estás de acuerdo? –preguntó el Sabio Rana. –Pues... sí. Tienes razón, pero podíamos jugar dentro de casa para no mojarnos con la lluvia –respondió un poco titubeante Tragón. –No, no, no y no –exclamó vehementemente el Sabio Rana. Trusky concentrada, estudiando, y vosotros corriendo, riendo, alborotando... Creo que no era una buena idea. Trusky merece respeto y cariño, y una manera de demostrárselo es dejar que termine de hacer los deberes tranquilamente. Los estudios son algo muy, muy importante. ¿No lo crees así? –preguntó el Sabio Rana a Tragón sabiendo que poco a poco éste se daba cuenta de su error. –Pues... Flufy y Flafy han dicho lo mismo que tú –respondió Tragón con la mirada cada vez más triste. –¡Cuánto me alegro! Ellos sí que entienden que Trusky tiene que estudiar. Con su actitud demuestran que la quieren mucho y que la respetan. ¿Y tú? –preguntó el Sabio Rana en voz bajita a Tragón. Tragón guardó silencio. Tumbado en la hierba, tapada la carita con sus enormes orejotas, hacía verdaderos esfuerzos por no llorar. Al fin, tras un largo, largo suspiro... –He sido un egoísta. Muy, muy egoísta –susurró muy triste Tragón. –No estés triste. Así no solucionarás nada –dijo cariñosamente el Sabio Rana. Corre al lado de Trusky y cambia de actitud. Ella te quiere mucho. Estoy seguro que sabrá disculparte. –Gracias Sabio Rana. Hice bien en venir a verte, porque tú me haces pensar –dijo feliz Tragón. Un beso, no me voy sin darte muuuchos, muuuuuuuchos besos. El Sabio Rana se alarmó. ¿Tragón iba a saltar al nenúfar en el que estaba subido? –No, no, no... ¡Espera! Nos hundiremos y... –exclamaba el Sabio Rana preocupado. Demasiado tarde. Tragón, impetuoso y feliz, dio un brinco y... –¡Mua! ¡Mua!... –Tragón daba besotes al Sabio Rana mientras se hundían en el Charco de las Ranas Saltarinas. Después del improvisado baño y tras sacudirse... Tragón correteó por el Bosque Mágico, impaciente, deseando llegar a casa. Trusky continuaba estudiando. Flufy y Flafy, en el sillón, dormitaban. Tragón se acercó despacito a Trusky. –Te quiero mucho y ya no me aburro porque estoy aquí contigo –dijo Tragón con voz muy queda, y notando que los pies de su amiguita estaban fríos, se acurrucó sobre ellos para darles calor. –Yo también te quiero mucho –respondió Trusky susurrando y sonriendo. En la sala se oyó un gran suspiro. |
FIN |
C. Sánchez - 2008 |