El Sabio Rana |
Tragón olisqueaba constantemente a Trusky, a Flufy, a Flafy... Olisqueaba todo lo que encontraba a su paso. –¡Huy! ¡Huy! ¡Huy! –decía Tragón. Trusky que le oyó supo que ocurría algo. –Ven y cuéntame lo que te ocurre –le dijo cariñosamente Trusky. Flufy y Flafy, corrieron a los pies de Trusky. Querían saber lo que le pasaba a su amiguito Tragón. –Pues... comenzó a hablar Tragón. Es que... Trusky, Flufy y Flafy, esperaban... –Creo que... creo que he perdido el olfato. Soy un perro sin olfato –se lamentó Tragón desconcertado. –¿No hueles nada, nada, nada? –preguntó Trusky. –Nada –respondió Tragón cabizbajo. –Olisquea el frasco de aromas del Bosque Mágico, tiene un olor muy intenso, seguro que esto sí lo olerás –propuso Trusky preocupada. –Nada –gimió Tragón después de olisquearlo. –¿Qué podemos hacer? –preguntó la gatita Flafy. –Pensemos –propuso Flufy. Mientras ellos pensaban y pensaban, Tragón continuaba olisqueando todo lo que encontraba a su paso. –¡Huuuy!... ¡Aaaay!... ¡Sniffff!... –se lamentaba Tragón. Viendo que todos estaban callados... –¿Os queda mucho para acabar de pensar? –preguntó Tragón. –Aún no hemos encontrado una solución –le respondió Trusky. –Y... ¿os queda mucho para encontrar una solución? –insistió Tragón. –No lo sabemos –respondió Flufy. –Y...¿cuándo lo sabréis? –continuó impaciente Tragón. –Tragón, no nos dejas pensar –le reprendió Trusky. Después de mucho, mucho tiempo pensando... –Hemos decidido ir a ver al Sabio Rana. Quizá él pueda ayudarnos –dijo Trusky. Y los cuatro amiguitos se fueron al Charco de la Ranas Saltarinas en busca del Sabio Rana. –Hola rana Bartola. Necesitamos hablar con el Sabio Rana –dijo Trusky saludando a la rana Bartola. –El Sabio Rana está descansando –respondió la rana Bartola. Ahora no podemos molestarle. –Esperaremos un poquito –dijo Trusky. Dos horas más tarde... –¿Quién me busca? –preguntó el Sabio Rana apareciendo más verde y sabio que nunca. –Sabio Rana, necesitamos tu ayuda. Tragón ha perdido el olfato. –¡Hum! ¡Veamos! –dijo el sabio Rana frotándose pensativamente la barbilla. Lo primero es analizar el problema y para eso necesito ver detenidamente a Tragón, y para poder verlo bien, ha de tumbarse en la hierba, panza arriba y quedarse muy, muy quieto. Tragón, dio un paso atrás. No le gustaba nada todo aquello. –¿Me vas a hacer pupa? –preguntó Tragón con el ceño fruncido. –Sólo voy a examinarte detenidamente y pensar. A regañadientes, Tragón se tumbó panza arriba. El Sabio Rana comenzó a estudiar a Tragón. Le miraba las orejas, las patitas, el hocico... No quería que se le pasase nada por alto. Al cabo de un rato... –¡Zzzzzzzzzzzzz! ¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzz! –Despierta Tragón, ya he terminado –llamó el Sabio Rana. Veamos... –continuó. Creo que has olisqueado la Flor Intensa y te has clavado una de sus espinas en el hocico, y esa espina despide un aroma tan intenso, que anula tu olfato. Así que... Tragón retrocedió. ¿Una espina clavada? ¡Hum! Eso significaba que habría que sacarla. ¡Huy! –pensaba Tragón mientras el Sabio Rana continuaba hablando. –Así que, habrá que sacarla. Pero tenemos un problema –concluyó el Sabio Rana. –¿Un problema? –preguntó Tragón mientras seguía retrocediendo con la esperanza de que no se diesen cuenta. –Un problema –dijo convencido el Sabio Rana. –¿Cuál? –preguntó Flafy. –No tenemos nada con que sacar esa espina de su hocico –dijo pensativo el Sabio Rana. Tragón ya se alejaba, caminando de puntillas, pasito a pasito, sin hacer ruido... –¡Alto ahí! –exclamó Trusky sonriendo. ¡Ni un paso más! Tragón se acercó a sus amigos con las orejas gachas, la mirada lastimera... –¿Qué podemos hacer para extraerla? –preguntó Trusky al Sabio Rana mientras acariciaba la cabecita de Tragón. –Veamos... Necesitamos una pinza –dijo el Sabio Rana. Y... ¿quién tiene una pinza? Todos pensaban... –¡El cangrejo Gordejo! –exclamó el Sabio Rana. El cangrejo Gordejo vive en el río. Está muy cerca de aquí. ¡Vamos! Ya en el río... –¡Cangrejo Gordejo! –llamó el Sabio Rana. Tenemos que hablar contigo. –Hola Sabio Rana –saludó el cangrejo Gordejo apareciendo rodeado de muchos cangrejitos peques. –Necesitamos tu ayuda. Tragón se ha clavado en el hocico una espina de la Flor Intensa y hemos pensado que tú, con tus pinzas, podrías sacársela. –Lo intentaré –dijo el cangrejo Gordejo. Pero mis pinzas son grandes, no será fácil. –Tragón... –llamó Trusky. –¿Qué? –respondió Tragón haciéndose el distraído. –Tienes que tumbarte panza arriba. –¡No! –dijo enfurruñado. –Tragón, tienes que hacerlo –trató de convencerle Flufy. –No, no y no –refunfuñaba terco Tragón. Me hará mucha pupa. –Piensa que luego podrás volver a oler las flores, tu comida favorita... –le dijo Trusky. Tragón se tumbó. En su cabeza aún sonaban las palabras de Trusky: ¡Mi comida favorita! ¡Tengo hambre! ¡Ñam! ¡Ñam! –pensó Tragón. El cangrejo Gordejo se subió al pecho de Tragón y comenzó su labor. Todos estaban pendientes del cangrejo Gordejo. Todos, menos los cangrejitos peques, que jugaban con Tragón. Uno le mordisqueaba una oreja, otro le hacía cosquillas en una pata, otro le tiraba del rabo... Tragón callaba. Tenía las orejas tiesas, los ojos muy abiertos... y los cangrejitos seguían jugando con él. –Mirad, si le mordisqueo el rabo, lo mueve a un lado –decía un cangrejito travieso. –Pues, si le rasco la tripa, da brinquitos –dijo otro cangrejito. Y Tragón seguía callado, con las orejas cada vez más tiesas. –Está difícil. La espina apenas asoma un poquito y no puedo cogerla –dijo el cangrejo Gordejo. –Tragón, estás muy callado. Dinos si estás bien –interrumpió la gatita Flafy. –Guauuuuuuu –gimió lastimeramente Tragón. Mientras, el cangrejo Gordejo seguía intentando coger la espina con una de sus pinzas, hasta que por fin... –¡Aquí está! –dijo orgulloso el cangrejo Gordejo. –¿Snif? ¡Síiii! ¡Ya tengo olfato! ¡Guau! –dijo muy contento Tragón mientras se tocaba el hocico. Todos dieron las gracias al cangrejo Gordejo. –¡Oh! Ha sido divertido y los cangrejitos peques, lo han pasado muy bien –dijo el cangrejo Gordejo. –¡Síííííííí! ¡Queremos seguir jugando con Tragón! –exclamaron. De un salto, Tragón se subió a los brazos de Trusky. –Baja, queremos jugar contigo –insistían. Tragón se agarraba a Trusky. –No me sueltes ¿eh? –le pidió zalamero Tragón. –Tragón tiene miedo. Tragón tiene miedo –canturreaban los cangrejitos traviesos. – Tengo pupa. Ahora no puedo jugar –dijo mimoso con la esperanza de que le dejasen tranquilo. Todos rompieron a reír y felices, cada uno emprendió el camino de regreso a su casa. |
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FIN |
C. Sánchez - 2005 |