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Flafy estaba muy contenta. Después de comer y de dormir una pequeña siesta, irían de paseo al Reino de los Árboles Frutales a recoger frutas.
Sin embargo, no todos estaban contentos.
Tragón no paraba de refunfuñar.
–¿Y por qué tenemos que ir? –preguntaba una y otra vez.
–Hay frutas que ya están maduras, a punto de caer de los árboles y es sano comerlas –respondió Trusky. Cogeremos ciruelas y haremos mermelada. A ti te gusta mucho.
–Me gusta, pero lo que no me gusta es ir a coger las ciruelas –respondió tercamente Tragón.
–Es un bonito paseo, lo pasaremos bien.
Jugaremos, brincaremos... –dijo Flufy tratando de animarle.
Tragón calló. Tumbado en el suelo, las patitas delanteras cruzadas, la cabezota apoyada en ellas y la mirada lánguida, suspiró.
Al rato...
–Trusky, ¿me puedo quedar en casa? –preguntó zalamero Tragón.
–¿Por qué no quieres ir? –le preguntó Trusky acariciándole la cabezota.
–Porque hay que atravesar el Reino de las Hormigas y no me gusta –dijo frunciendo el ceño Tragón.
–Las hormigas son nuestras amiguitas –protestó Flafy.
–Sí. Pero es muy difícil atravesar su Reino porque, si no tenemos mucho cuidado, podemos pisarlas –replicó poniendo morritos Tragón.
–Pero siempre conseguimos cruzarlo sin lastimarlas. Además,
se alegrarán de vernos –dijo Trusky sin dejar de acariciarle.
–Eso es cierto. Les gusta que las visitemos. ¿Les llevaremos miguitas de pan? –preguntó Tragón ya más contento.
–¡Buena idea! –respondió Trusky. Vamos a desmigar pan para ellas y nos vamos.
Y así lo hicieron...
–¿Falta mucho para llegar? –preguntó Flafy algo cansada.
¿Quién me lleva en cuello un ratito?
–¡Yooo! Yo soy grande y fuerte. ¡Soy Tragón el fuertón! –reía juguetón Tragón.
–¡Aaaaaalto! –retumbó en el Bosque Mágico una vocecita.
Los cuatro amiguitos pararon en seco.
–Soy la hormiga centinela. ¿Quién sois vosotros? –preguntó la hormiga centinela encaramada a una gran piedra.
–Yo soy Trusky y ellos son mis amiguitos, Tragón, el gatito Flufy y su hermanita Flafy –respondió Trusky.
–¿Y a qué habéis venido al Reino de las Hormigas? –preguntó la hormiga centinela.
–Vamos al Reino de los Árboles Frutales. Ya hay frutas
maduras y queremos coger algunas –respondió Flufy.
–¿Podemos ver a la hormiga Mami? –preguntó Flafy.
–¿La conocéis? –quiso saber la hormiga centinela.
–Es nuestra amiga. Le traemos miguitas de pan –dijo Tragón.
–Iré a buscarla. No os mováis de aquí, podrías pisar sin querer a mis hermanitas –contestó la hormiga centinela mientras se iba.
Apenas un minuto más tarde...
–¡Trusky! ¡Cuánto tiempo hacía que no veníais por aquí! –dijo la hormiga Mami apareciendo.
–¡Hola hormiga Mami! –saludaron los cuatro amiguitos a la vez.
–Os hemos traído miguitas de pan para vuestra despensa –dijo Trusky entregándole una bolsita llena de migas de pan.
–Nos vendrán bien. El invierno aún tardará en llegar, pero nuestra despensa no está muy llena.
–Queremos ir al Reino de los Árboles Frutales para recoger fruta, pero tenemos que atravesar vuestro Reino. ¿Cómo podemos pasar? –preguntó Trusky.
–Atravesar nuestro reino ya no es un problema. Hemos puesto un tronco seco que lo atraviesa, para que los habitantes del Bosque Mágico puedan llegar al Reino de los Árboles Frutales.
–¡Bieeeeeen! –exclamó Tragón contento.
–¿Veis? –preguntó la hormiga Mami, mostrándoles un fino tronco seco postrado en la hierba y que atravesaba todo el Reino de las Hormigas.
–¿Eso? ¿Por ahí es por dónde tenemos que
cruzar? –exclamó Tragón con los ojos
muy abiertos, incrédulo.
–El elefante Grande nos ha ayudado a ponero ahí. Ahora todos podrán atravesar nuestro reino sin pisarnos
–explicó la hormiga Mami.
–Pero... es muy estrecho. Nadie puede pasar por él sin caerse –se quejó Tragón.
–Sí que se puede –protestó Flufy cruzando el tronco sin problema.
Trusky miraba el tronco y pensaba...
–¡Yo también puedo atravesarlo! –exclamó la gatita Flafy mientras hacía gala de un gran equilibrio, dirigiéndose a Tragón. Ahora te toca a ti.
Tragón miraba el tronco. Cada vez le parecía más y más estrecho.
Puso una patita encima del tronco...
¿Y ahora dónde pongo la otra? –pensaba. ¡Ups!
Desplegó sus orejotas, quizá pudiera hacer equilibrio como un aeroplano.
–¡Ay! ¡Huy! ¡Oooh! –resoplaba Tragón intentando atravesar el tronco.
Pero Tragón no podía, iba a caerse...
–¡Noooo! ¡Para, retrocede! –pedían las hormigas. ¡Atrás, atrás!
Tragón tuvo que retroceder. No podía atravesar aquél tronco tan estrecho.
–¿Y si me subo a tu lomo? –preguntó Tragón a Flufy.
–Pesas mucho para mí. Me aplastarías –se lamentó Flufy.
–Lo intentaré yo –dijo Trusky concentrándose y mirando fijamente el tronco.
Un pasito, dos pasitos...
¡Era demasiado estrecho! Trusky retrocedió.
–Si no puedo cruzarlo de pie, tal vez pueda cruzarlo a gatas –dijo Trusky intentando hallar una solución.
Y agachándose, se abrazó fuerte al tronco y probó a deslizarse por él.
–¡Bien! Así no me caigo. Tragón, sube a mi espalda y cógete muy fuerte a mi cuello. Yo te llevaré –exclamó sonriendo Trusky.
Tragón se subió con mucho cuidado a la espalda de Trusky y con
sus patitas se agarró fuerte, fuerte, al cuello de la niña.
Y así,
poquito a
poquito, avanzaron por el fino tronco y por fin
consiguieron llegar al Reino de los Árboles Frutales.
–¡Cuántos árboles! –exclamó Trusky.
–¡Y cuántas ciruelas maduras! –dijo Tragón relamiéndose.
Y fueron cogiendo fruta de las ramas másbajas hasta que llenaron la cesta de mimbre que
llevaban.
–Cuando lleguemos a casa, ¿me vas a hacer mermelada? –preguntó Tragón.
Pero Trusky no respondió. Pensaba...
La cesta era grande, ¿cómo la llevarían por el fino tronco? Presentía que la
vuelta
no sería fácil.
–¡Está hueco! El tronco está hueco –dijo la gatita Flafy metiéndose dentro.
Al cabo de unos minutos, apareció al otro lado, en el Reino de las Hormigas.
Tragón vio la luz. Si estaba hueco, él podría pasar por su interior, así que, metió la cabezota y...
–Tragón, sal de ahí –pidió Trusky.
Tragón no se movía.
–Tragón... –llamó Trusky.
Pero Tragón no se movía.
De pronto...
–¡Sacadme de aquí! –lloró lastimero Tragón.
Era demasiado grande para pasar por el
interior del tronco.
¡Se había quedado
atascado con la cabezota dentro!
Trusky le cogía las patitas y tiraba hacia atrás...
–Un poco más, aguanta... –decía Trusky con voz tranquilizadora.
–¡Sacadme de aquí!... –gimoteaba Tragón.
Trusky le meneaba... derecha, izquierda, atrás...
Dentro del tronco, Flafy lo cogía por los mofletes y empujaba...
–¡Quiero ir a mi casa!... –lloraba y lloraba Tragón.
Flufy tiraba del rabo de Tragón.
Todos empujaban hasta que por fin lo consiguieron.
Tragón salió aturdido pero enseguida se repuso y...
–Me habéis hecho pupa en el rabo, que lo sepáis –dijo enfurruñado.
–Teníamos que sacarte de ahí y además no hemos
tirado fuerte –dijo Flufy.
–Ahora, tenemos que pasar la fruta al otro lado del tronco –dijo Trusky.
–¿Cómo? –preguntó con el ceño fruncido Tragón. Yo no quería venir. Siempre hay problemas para mí –protestó.
–No te enfades, será fácil.
Metemos la fruta en el interior del
tronco hueco y Flafy, que coge dentro, la empujará despacito para no aplastarla –propuso Trusky.
–¡Síiiiii! –exclamó feliz Flafy al ver que podía ayudar a sus amiguitos.
Y así lo hicieron.
Despacito, con mucha paciencia, fueron
metiendo la fruta en el interior del tronco y Flafy la empujaba
hasta el extremo contrario.
Pasó mucho tiempo, pero lo consiguieron.
Trusky, a gatas y con Tragón cogido a su cuello, atravesó el tronco hasta el Reino de las Hormigas.
–Gracias hormiga Mami –se despidió Trusky. ¿Pero pondréis un tronco un poquito más ancho?
–Creo que será una buena idea –dijo la hormiga Mami mirando a Tragón y sonriendo.
Pero Tragón solo pensaba en la mermelada que le iban a hacer al llegar a casa.
–¿La como con tostadas o con galletas? –preguntaba relamiéndose, a sus amiguitos.
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