Buscando a Flafy |
Trusky está feliz. ¡Ha encontrado a su perro Tragón! Flufy, el gato que lo raptó, es bueno. Ahora los tres son amigos y juntos emprenden el camino de regreso a casa. –Tragón, Flufy, nos vamos a casa. No os separéis de mí, no quiero que os perdáis en el bosque –dijo Trusky a sus amiguitos. Tragón iba muy contento, meneaba el rabo y las orejotas sin parar, pero Flufy caminaba en silencio. Tragón quería animarle, le palmoteaba con las orejas, le hacía piruetas, pero cuanto más avanzaban por el bosque, Flufy se iba poniendo más y más triste. –¿Qué te pasa Flufy? –preguntó cariñosamente Trusky. Flufy no respondió. –¿Qué te ocurre? Estás triste –insistió Trusky. –Estoy triste –respondió en voz baja el gatito Flufy. Tragón los miraba con atención. –¿No quieres venir a casa con nosotros? –preguntó Trusky preocupada. –Quiero ir –respondió Flufy poniendo las orejas tiesas. Sois mis amigos. –Entonces, ¿por qué estás triste? –preguntó Trusky sin comprender lo que le ocurría a su amiguito. –Pues... es que... yo tengo... nació el mismo día que yo y los Gatos Supremos... no sé donde está y... –respondió nervioso el gatito Flufy. –¿De quién hablas? –preguntó Trusky. –De mi hermanita Flafy –respondió triste el gatito Flufy. No sé donde está. Cuando la desterraron del Planeta Miau, la abandonaron en el bosque, y el bosque es muy grande, nunca la encontraré. –Ven a mi cuello, Flufy, no llores, ya verás, encontraremos a Flafy –dijo Trusky tratando de tranquilizar al gatito Flufy. –¡Guau! ¡Yo también quiero cuello! –protestó Tragón mimoso. –Ven tu también –dijo Trusky cogiendo a Tragón. Y ahora, vamos a pensar, tenemos que encontrar a Flafy. –No la encontraréis por aquí –dijo una vocecita desde lo alto de un árbol. –¿Quién eres tú? –preguntó Trusky. –Soy un pájaro –respondió la vocecita. –¿Cómo te llamas? –quiso saber Trusky. –Me llamo Pájaro –respondió el pajarito. Os he escuchado. Sé que buscáis a la gatita Flafy, pero no está en esta parte del bosque. –¿Sabes dónde está? –preguntó Trusky con los ojos muy abiertos. –No, pero quizá el águila sepa algo. El vuela por todo el bosque, tal vez pueda ayudaros –respondió el pajarillo. –¿Y dónde está el águila? –preguntó Trusky. –Le encontraréis muy cerca de aquí. Id por el Camino de Polvo y al llegar a un claro del bosque, buscadle, es la hora de su siesta –respondió el pajarito Pájaro, contento. –Gracias Pájaro, así lo haremos –respondió Trusky. Los tres amiguitos emprendieron la marcha en silencio. Al poco, apareció un claro en el bosque y allí estaba, en una rama, el águila. –Águila, ¿duermes? –preguntó en voz alta Trusky. El águila no respondió. –Águila –insistió impaciente Trusky, ¿estás durmiendo la siesta? –Sí –dijo el águila sin abrir los ojos. –¿Y podemos preguntarte una cosa? –preguntó Trusky. –No –respondió secamente el águila. –Por favor, despierta, necesitamos que nos ayudes –pidió Trusky con voz triste. –Ya estoy despierto. Vosotros me habéis despertado y eso, –refunfuñó el águila, no me gusta. –¡Oh! Perdona, águila –se disculpó Trusky. –¡Uy! –exclamó bajito Tragón. –¡Uy! ¡Uy! –exclamaba Flufy. –Bien, ya me habéis despertado, así que, ¿qué queréis? –preguntó molesto el águila. –Estamos buscando a Flafy, la gatita. ¿La has visto por el bosque? –preguntó inquieta Trusky. –Pues... no, no la he visto, pero mi reino sólo llega hasta las Piedras Gigantes. Tendríais que atravesarlas y preguntar en la otra parte del bosque –respondió el águila. –¿Cómo se va a las Piedras Gigantes? –le preguntó Trusky. –Seguid el Camino de Tierra, él os conducirá a ellas. Cuando lleguéis, buscad la Cueva Oscura, entrad, recorrerla hasta el final y saldréis al otro lado del bosque. Pero... no es tan fácil. El camino hasta las Piedras Gigantes es muy largo, no llegaréis –dijo el águila mirándoles detenidamente. –Tenemos que ir –respondió Trusky pensativa. –¡Guau! –ladró Tragón totalmente de acuerdo. –¡Miau! –maulló el gatito Flufy asintiendo. –Yo os llevaré –dijo el águila descendiendo hasta el suelo. –Gracias águila, pero no sabemos tu nombre –dijo Trusky. –Me llamo Águila. Ahora, subid a mis patas y agarraros muy fuerte. ¿Listos? –preguntó el águila emprendiendo el vuelo. Después de un largo viaje... –Hemos llegado, amiguitos. Ahí están las Piedras Gigantes. Ahora debéis continuar solos. ¡Hasta pronto! –se despidió el águila Águila. –Gracias Águila –dijeron los tres al mismo tiempo mientras el águila emprendía el vuelo de regreso a su reino. –Busquemos la cueva –propuso Trusky. –¡Guau! ¡Aquí! ¡Aquí! ¡La he encontrado! –exclamó Tragón. Trusky, Tragón y Flufy entraron en la cueva, pero no se veía nada, todo estaba muy, muy oscuro. –No podemos seguir, no se ve nada. Demos la vuelta. Pensaremos y se nos ocurrirá algo –dijo Trusky mirando a sus amiguitos. –¡Oh! ¿Tenéis miedo a la oscuridad? –dijo una voz en la oscuridad. –¿Eres un búho? –preguntó Trusky. –Sí, soy un búho –respondió la voz. –¿Cómo te llamas? –quiso saber Trusky. –Me llamo Búho –respondió el búho. –Tenemos que atravesar la Cueva Oscura para llegar al otro lado del bosque –explicó Trusky a Búho. –¿Por qué? –preguntó curioso el búho. –Porque tenemos que encontrar a mi hermanita. Se llama Flafy –respondió el gatito Flufy. Se hizo un gran silencio. Tic, tac, tic, tac... –Búho, ¿te has quedado dormido? –preguntó Tragón. –No. Estoy pensando –respondió pacientemente el Búho. Continuó el silencio. Tic, tac, tic, tac... –¿Y queda mucho para que termines de pensar? –preguntó Tragón. –¡Ya está! ¡Tengo la solución! –exclamó el búho Búho. Yo os guiaré dentro de la Cueva Oscura. Soy un búho y veo en la oscuridad. –¡Bien! –exclamó Trusky dando saltos de alegría. –¡En marcha! –dijo el búho agitando las alas. Y los tres amiguitos y Búho, entraron en la Cueva Oscura. Tardaron mucho en atravesarla, porque era una cueva muy, muy larga y muy, muy oscura, pero por fin, vieron la salida. –Bien amiguitos, ya estáis al otro lado del bosque. Tened mucho cuidado –se despidió Búho. –Adiós Búho –dijeron los tres amiguitos a la vez. –¡Flafy! ¡Flafy! –gritaban Flufy y Tragón. –¿A quién llamáis? –preguntó un pez. Los tres se volvieron hacia el lago, la voz salía de allí. –¿A quién llamáis? –repitió la pregunta el pez. –Buscamos a la gatita Flafy –respondió Trusky. ¿La conoces? –Yo conozco a todos en esta parte del bosque –dijo el pez. –Entonces, ¿conoces a Flafy? –repitió la pregunta Trusky. –Sí. Conozco a la gatita Flafy –dijo el pez observándoles. –Es la hermanita de Flufy, mi gatito. Necesitamos encontrarla –dijo Trusky. –¡Oh! No sé donde vive, pero no será difícil encontrarla. ¿Veis los Árboles Altos al fondo? Pues allí vive el ciervo, es su reino. Quizá él sepa algo –explicó el pez. –Sé que eres un pez, pero ¿cómo te llamas? –preguntó la niña. –Soy un pez y me llamo Pez –respondió el pez. –¡Hum! –exclamaron los tres amiguitos al unísono. Se despidieron de Pez y comenzaron a caminar hacia los Árboles Altos. –¡Ciervo! ¡Ciervo! –llamaban los tres amigos. –¿Quién me busca? –preguntó el ciervo. –Nosotros –respondió Trusky. –Ya, pero... ¿quién sois vosotros? –insistió el ciervo. –Flufy, Tragón y yo –dijo Trusky. –Ya, pero... ¿quién eres tú? –siguió preguntando el ciervo. –Soy Trusky. ¿Y tú cómo te llamas? –preguntó Trusky. –Me llamo Ciervo –aclaró el ciervo. –Pero... –dudó Trusky. –Sí, soy un ciervo y me llamo Ciervo –explicó el ciervo Ciervo. –¡Hum! –murmuró Trusky. –¿Y por qué me buscáis? –preguntó Ciervo. –Pez nos dijo que quizá tú sepas donde vive la gatita Flafy. –¿Para qué queréis saberlo? –preguntó extrañado el ciervo. –Es la hermanita de Flufy. Los Gatos Supremos la abandonaron en el bosque. Tenemos que encontrarla –respondió Trusky. –Pobrecilla. ¡Qué historia tan triste! ¡Buaaaaaa! –lloraba Ciervo. –¿Sabes dónde vive Flafy? –preguntó Trusky. –No. ¡Buaaaaaa...! –respondió triste Ciervo. –¿Y conoces a alguien que pueda ayudarnos? –preguntó Trusky inquieta. –Sí, es cierto. ¡El oso hormiguero! Él tiene muchos amigos –exclamó el ciervo. –¿Dónde está? –preguntaron los tres amiguitos al mismo tiempo. –Su reino está en las Piedras Pequeñas. El río os llevará a ellas. Seguid su cauce y no os perderéis –respondió Ciervo. –Tengo sueño –bostezó Tragón. –Yo también –dijo Flufy. –No podemos dormir ahora –les dijo Trusky. Tenemos que llegar a las Piedras Pequeñas. –Tengo sueño, mucho, mucho, mucho sueño –protestó Tragón. –Y yo también –dijo rendido el gatito Flufy. –De acuerdo. Dormiremos. ¿Pero dónde? –preguntó Trusky mirando a sus amiguitos con preocupación. –Conmigo –propuso Ciervo. Yo os daré calor. Apretaros contra mi panza y a dormir que es muy tarde. A la mañana siguiente... –Buenos días Ciervo –saludó risueña Trusky. –Buenos días amiguitos –respondió el ciervo despertando. –Tenemos que irnos –se despidió Trusky del ciervo. –Lo sé. Recordad: seguid el cauce del río hasta llegar a las Piedras Pequeñas –dijo Ciervo despidiéndose. Los tres amigos emprendieron la marcha. Caminaban en fila y en silencio. De pronto... –¡Ahí están! –exclamó Tragón. ¡Piedras Pequeñas a la vista! –Llamemos al oso hormiguero –dijo Trusky. –¡Oso hormiguerooooo! ¡Oso hormigueroooooo! –gritaron los tres a la vez. –¿Quién anda por ahí armando tanto alboroto? –preguntó el oso hormiguero. –¿Eres el oso hormiguero? –preguntó Trusky. –Sí. ¿Quién sois vosotros? –respondió el oso hormiguero. –Tragón, Flufy y yo, que me llamo Trusky –dijo ésta. –¡Ah! –fue todo lo que dijo el oso hormiguero. –Y tú te llamas... Oso Hormiguero. ¿A que sí? –dijo Trusky. –No. Me llamo Trompy –dijo sonriendo Trompy. –¡Oh! Lo siento Trompy –se disculpó Trusky. –¿Qué hacéis por aquí? –preguntó Trompy. –Buscamos a Flafy, la gatita. ¿La conoces? –preguntó Trusky una vez más. –Sí, es mi amiga –dijo alegre Trompy. –¡La conoce! ¡La conoce! ¡La conoce! –cantaba Tragón sin cesar mientras brincaba de alegría. Flufy estaba quieto. Miraba a Trompy expectante. –¿Dónde está? –le preguntó Trusky a Trompy. –Vive en una cueva pequeñita, muy cerca de aquí –respondió Trompy. –¿Dónde está la cueva? –siguió preguntando Trusky. –Al otro lado de las Piedras Pequeñas. Si queréis os llevo –propuso Trompy. –Sí, sí, sí... –gritaron los tres a la vez. ¡Hurra! ¡Viva Trompy! Después de una larga caminata... –Allá, al fondo ¿veis la cueva? –preguntó el oso hormiguero. Los tres amiguitos corrieron hacia la cueva. –¡Flafy! ¡Flafyyyyyy! –llamaba Flufy sin parar. En la cueva, Flafy oyó los gritos. ¿Quién la buscaba? Salió y vio correr a una niña, un perro y un... gatito. Se parecía a Flufy, su hermanito. ¿Era él? –¡Flufy! ¡Flufyyyyy! –llamó Flafy. –¡Flafy! ¡Flafyyyy! –llamaba Flufy. ¡Te he encontrado! Los dos saltaban, se daban lametazos... Trusky y Tragón miraban a los dos hermanitos en silencio. –¿Y ahora... qué pasará? –le preguntó Tragón a Trusky. –¡Hum! –dijo Trusky pensativa. –¿Se van a quedar solos en el bosque? –continuó preguntando Tragón. –¡Hum! –volvió a exclamar Trusky. –¿Ya no tendremos amiguitos? –continuó preguntando Tragón mientras miraba a Trusky. –¡Hum! –dijo una vez más Trusky. –Estoy triste –dijo en voz muy bajita Tragón. –¡Uffff! –resopló Trusky. –Trusky... –llamó Tragón. Trusky guardó silencio. –Trusky... –insistió Tragón. Pero Trusky seguía sin responder. –¡Uy! –dijo Tragón tapándose los ojos con las orejas. Mientras tanto, Flufy y Flafy, aguardaban. De pronto... –¿Quién quiere venir conmigo a casa? –preguntó Trusky. –¡Yoooooooooooooooooooo! –respondieron Tragón, Flufy y Flafy a la vez. –Pues... en marcha –dijo Trusky sonriendo feliz. |
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¡MIAUUUUUUUUU! ¡GUAUUUUUUUUU! ¡MIAUUUUUUUUU! |
FIN |
C. Sánchez - 2004 |