Los deberes del cole |
Después de una corta siesta, Trusky hacía los deberes que le habían puesto en el colegio. Sentada ante un cuaderno en blanco, Trusky pensaba y pensaba... El gatito Flufy y su hermanita Flafy, esperaban pacientemente a que terminase para salir a jugar al Bosque Mágico como todas las tardes. Tragón, al contrario, estaba inquieto. No veía el momento de salir a jugar con sus amiguitos. –¿Ya has terminado de hacer los deberes? –preguntó Tragón con cara de travieso, inflando los mofletes. –Aún no –suspiró Trusky. Tragón frunció el ceño. –Y... ¿te falta mucho? Ya es la hora de salir a jugar –dijo Tragón poniendo morritos de enfado. –Mucho –respondió Trusky con vocecilla triste mirando a Tragón. Tengo que escribir un cuento y no sé hacerlo. –¿No sabes escribir un cuento? –preguntó sorprendido Flufy. –Nunca escribí uno y no se me ocurre ninguna historia –se disculpó Trusky avergonzada. –¿Y qué ocurrirá si mañana vas al colegio sin haber escrito el cuento? –preguntó preocupado Tragón. –Pues... –dudó Trusky. No lo sé. –¿Te regañarán? –preguntó la gatita Flafy. –¿Te pondrán mala nota? –preguntó Tragón con las orejotas en alto, expectante. –Tranquilos, tranquilos –respondió Trusky poniéndose en pie y acariciando las cabecitas de sus amiguitos. Seguro que si lo intento mucho, mucho y me concentro, se me ocurrirá alguna idea y podré escribir el cuento. Tragón, con las orejas gachas, miraba al suelo. Estaba triste porque su amiguita estaba haciendo un gran esfuerzo y se notaba que estaba cansada. –Trusky... –dijo Tragón con las orejitas colgando y mirada lastimera. Trusky le miró. –Quieres salir a jugar, ¿verdad? –le preguntó sonriendo la niña. –No –fue la escueta respuesta de Tragón. –¿No? –exclamaron con sorpresa Flufy y Flafy. –No –repitió Tragón moviendo enérgicamente la cabeza de un lado a otro. –Entonces... ¿qué quieres? –preguntó cariñosamente Trusky mientras le atusaba el pelo de las orejotas. –Quiero ayudarte –dijo Tragón muy bajito. –Pero tú no sabes escribir un cuento. No puedes ayudarla –dijo Flufy–. Lo mejor es dejarla estudiar. –Nosotros tampoco sabemos escribir cuentos, no podemos ayudarte, Trusky –se disculpó la gatita Flafy. Tragón miraba a sus amiguitos. No estaba de acuerdo. Había que ayudar a Trusky, pero... ¿cómo? De pronto... –Podemos aprender. Entre todos será más fácil –exclamó Tragón poniéndose en pie de un salto, sonriendo. –Creo que es buena idea –dijo un pajarito apoyado en la ventana que había escuchado toda la conversación. He corrido la voz por el Bosque Mágico, y todos los animalitos quieren ayudar a Trusky y aprender a escribir un cuento. Tragón brincaba de alegría. –¡Síiiiiiiiiiiii! ¡Hurra! –exclamaba brincando y tirándose de las orejotas una y otra vez. Trusky sonreía. Cogió su cuaderno, el lápiz... Estaba feliz. Sus amigos la querían y eso era muy importante para ella. –Yo empiezo –propuso la gatita Flafy saliendo de la casa. Érase una vez... –comenzó Flafy con voz solemne. –Una niña que estudiaba mucho, mucho, mucho... –continuó Tragón. –Un buen día, su profesor le puso como tarea escribir un cuento –dijo un pequeño cervatillo. –La niña, obediente, se puso a escribir, pero... ¡Oooooh! No conseguía escribir ni una sola línea.No sabía por donde empezar porque... –se oyó a un pequeño pajarillo desde su nido. –...porque nunca había escrito uno y nadie la había enseñado a hacerlo –continuó el gatito Flufy. –Pero la niña tenía buenos amigos que la querían de verdad –dijo con carita feliz Trusky mientras escribía para no olvidarse de nada. –¡Mucho! Mucho, mucho, mucho... –repetía Tragón con énfasis. Todos la querían mucho porque la niña era muy buena –prosiguió Tragón acercándose zalamero a Trusky en busca de un beso. –Y porque era muy cuidadosa con la naturaleza –añadió una pequeña ardilla mientras se atusaba su larga cola. –Entonces, todos los animalitos del bosque en el que vivía, se unieron para ayudar a la niña –continuó una pequeña rana mientras perseguía a Tragón, tratando de subirse a su lomo. –Y entre todos –dijo el Sabio Rana–, con imaginación y mucho cariño, comenzaron a inventar un bonitocuento para ayudar a su amiguita. –Y colorín, colorado... –dijo Tragón con cara de pillo, este cuento se ha acabado. Y así fue como Trusky, gracias a sus amiguitos, aprendió a escribir un cuento. |
FIN |
C. Sánchez - 2009 |