El baño de Tragón |
Trusky suspiraba. Tenía que bañar a Tragón y sabía que iba a ser difícil convencerlo. Tragón le tenía miedo al agua y cada vez que le tocaba bañarse, todo eran lloros y pataletas. La última vez, se escondió en un armario y no hubo forma de sacarlo de allí. –Tragón, tienes las patitas sucias –dijo Trusky. Tragón la miró, alzó una ceja y sin responder, siguió jugando con Flufy y Flafy al escondite. –Estás sucio. ¿Lavamos las patitas? –insistió Trusky. –Ahora no puedo. Estoy jugando –respondió Tragón hhaciéndose el distraído. –Es malo estar sucio. La higiene es necesaria para que no te pongas malito –dijo pacientemente Trusky. –¿Toca baño? –preguntó Tragón con el ceño fruncido. Todos guardaron silencio. Con el rabo entre las piernas, echó a correr. –No quiero bañarme. Tengo miedo al agua. No me gusta. ¡Estoy limpio! No me quieres –protestaba y protestaba mientras se iba. Trusky suspiró resignada. Flufy y Flafy estaban muy quietos y callados. Presentían problemas. –Mira, yo me limpio con la lengua, como Flufy y Flafy –continuaba protestando Tragón a lo lejos, mientras se daba lametazos en las patas, en el hocico, en las orejotas... –¿Ves? ¡Ya estoy limpio! ¿Puedo seguir jugando? –preguntó zalamero. –Los perros no se limpian a lametazos. Tienen que bañarse –le respondió Trusky. –¿Por qué? –preguntó Tragón mimoso. Flufy y Flafy sabían lo que iba a pasar. Tragón se acercaría a Trusky y le haría zalamerías y carantoñas para convencerla. Siempre sucedía lo mismo. –Trusky... –dijo Tragón acercándose con las orejas gachas. Soy bueno y te quiero mucho y puedo bañarme otro día, ¿verdad? –Eres un perrito bueno y yo también te quiero mucho, y para que no te pongas malito, tienes que bañarte hoy –dijo Trusky cariñosamente. Tragón supo que no iba a convencer a la niña, así que decidió esconderse. Se fue derecho al establo, y sin pensárselo, se zambulló de cabeza en un montón de heno. !Allí no le encontrarían! –¡Muuuuu! ¡Toca baño! –exclamó la vaca lechera. –¡Co co ro co! –cacarearon las gallinas cluecas. –Tragón, ve a bañarte, no seas miedica –dijo la ovejita blanca. –Si viene Trusky, no le digáis que estoy aquí, ¿eh? –pidió Tragón. –Trusky se enfadará con nosotras por tu culpa –protestó la vaca lechera. –¿Por qué no quieres bañarte? –preguntó una gallina clueca. –Porque me da miedo el agua –respondió Tragón enfadado. –Pero estás sucio y hueles mal –dijo la ovejita blanca. –¡No me importa! –exclamó Tragón. –Cogerás enfermedades, te picará la piel... –trató de convencerle la vaca lechera. –Y no querrán acercarse a ti, porque olerás mal –dijeron las gallinas cluecas a coro. –Y Flufy y Flafy, no querrán jugar contigo –continuó la ovejta blanca. –Eres un perrito sucio y desobediente –le reprendió la vaca lechera. Tragón, lentamente, salió de su escondite. Llevaba las orejas gachas y los ojitos tristes. Los animales del establo tenían razón. –Vale. Me bañaré, pero que sepáis, que no estoy sucio, me he limpiado como los gatos, a lametazos –refunfuñó Tragón saliendo del establo. Ya en la casa... –Trusky... Soy yo. Ya estoy aquí –dijo con voz muy bajita Tragón. Trusky guardó silencio. –Trusky... quiero bañarme. ¿Me bañas? –continuó Tragón. –¿Estás seguro de que quieres bañarte? –le preguntó la niña. –Sí, porque tienes razón, hay que estar limpio para estar sano y además soy desobediente y... ya no tengo miedo al agua, soy un perrito valiente. ¿Vamos? –dijo echando a correr hacia el baño. Y Tragón se bañó con su patito de goma, sus gafotas de bucear... Todos estaban empapados. Tragón chapoteaba y chapoteaba... ¡Agua va! –reía salpicando a sus amiguitos. Fue un baño divertido. Así fue como Tragón, gracias a los buenos consejos de sus amiguitos, aprendió que bañarse es bueno y puede ser divertido. |
FIN |
C. Sánchez - 2005 |